Blanca Rodríguez


Caleta Abarca, Viña del Mar, 1950


Tras las guerras,



la ciudad se hizo bella y feliz.


Abundó primavera en sus jardines.


La Virreina. Mirabel.


Grandes Piscinas.


Verano en aguas azules.


Ópera en aquellos domingos.


Alegría dibujada en el destino.






En esa Viña del Mar conocí a Tina.


La vi radiante en sus patines.


Leyendo a escondidas con linterna.


Jugando a tropezarse con Enrique.


Mirándolo bogar en la bahía.


Hermosa novia a los veinte años.


Caminando livianamente,


porque siempre lo malo se le cae.






El destino, frío escurridizo,


se ocupó de hacerla fuerte.


Su padre buscando otro horizonte.


Su Maestra tachándola de sombra.


Enrique marchando a otros brazos.


Chile arrebatándole a su hijo.






De aquella muerte injusta nació otra Blanca.



Una hermana de los jóvenes


Compañera de Raquel Muñoz.


Bella Corporación de Adolescentes.


Salvando uno y cien destinos.


Persistente búsqueda de luz.






La Gran Arquitecta ha escrito sus días.


La hizo fraterna en tiempos de egoísmo.


Serena en jornadas de violencia.


Obrera en templos de Recreo.


Libre y generosa en su trabajo.


Hermana de dulce corazón.